Yo me equivoqué...y usted?



Si hay algo que realmente nos cuesta mucho a las personas, es reconocer nuestros errores y más aún, hacerlo públicamente.

Es sabido que si alguien quiere modificar una conducta o comportamiento propio, uno de los primeros pasos deberá ser identificarlo y hacerlo consciente, es decir, representarlo mentalmente para lograr advertirlo más claramente y así modificarlo.

Esto que pareciera sencillo de explicar tiene sus dificultades a la hora de ponerlo en práctica.

Debo decir que me tocó atravesar este proceso en muchas ocasiones, porque creo fervientemente en que siempre podemos ser mejores versiones de nosotros mismos de lo que hemos sido hasta ese momento.

Y así es como siempre vuelve a mi el recuerdo de una anécdota con una gerenta en una de las empresas en las cuales me desarrollé profesionalmente por casi 10 años.

En una de tantas reuniones con su equipo, una conversación que tuve con ellos, le cayó muy mal a esta gerenta, tomando yo conocimiento de esa situación a través de terceros.

En ese momento no logré comprender en que le había afectado negativamente una charla de las que tantas veces habremos tenido con sus colaboradores, y que en innumerables oportunidades hubiera pasado desapercibido.

Durante un par de semanas me dió vueltas en mi mente esta situación, tratando de comprender y entender lo que había sucedido para resolverlo y más importante aún, volver a recomponer mi relación con la gerenta, a quien respetaba y admiraba profesionalmente y como persona.

Fue entonces que comprendí que más allá de que la difícil situación que se había generado no fuera potencialmente pasible de afectar de manera negativa a alguien, claramente lo había hecho con ella.

Y ese fue el paso inicial: lo hice consciente para reconocerlo internamente, y entender que no necesariamente todas las personas pueden y deben hacer y/o sentir lo mismo que los demás. Que si bien nuestras palabras pueden tener las mejores intenciones, definitivamente afectan de distinta manera a otros.

El siguiente paso y no menos importante fue reconocer mi error y hacérselo saber a esta gerenta; a todo esto ya habían pasado varias semanas sin lograr contactarla por distintos medios.

Hasta que logré ubicarla personalmente en su oficina, y tuve una conversación de esas que curan heridas, reconociendo abiertamente que si bien mi intención no era ocasionar un daño, eso había sucedido y pedí las disculpas del caso.

La sensación luego de esa charla la sigo teniendo cada vez que la recuerdo: me reconcilié con dos personas, una a la que estimaba y respetaba mucho (ella) y otra que intentaba aprender del error (yo).

Por lo que, más allá del proceso que cada uno atraviese para darnos cuenta que siempre podemos hacer mejor las cosas, lo importante es reconciliarnos con nosotros mismos, aprender de nuestros errores y vencer el miedo a reconocerlos, porque este es uno de los caminos a través del cuál crecemos, maduramos y nos desarrollamos como personas.

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Linkedin Leo Bugallo

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